Tu cuerpo y la opinión de los demás.

Dice Rebecca Campbell, autora de Mujeres de Luz, que aquello que más necesita ser expresado en nuestro interior es aquello que más necesita escuchar otra mujer. En esta historia sigo este principio en el que creo absolutamente.

Esta es una historia real y su protagonista soy yo, Sandra. Simplemente Sandra.

Quizás sabes o has escuchado cómo ha cambiado la relación con mi cuerpo a lo largo de mi historia. Ha sido un transito largo, toda una relación que me ha dado muchísimos aprendizajes y frutos. También ha significado vivir conmigo momentos muy difíciles y así mismo con los demás. Ha sido un “tema nuclear” desde los 17 hasta mi edad actual. Como para muchas de nosotras y quizás también para ti. Todas, en alguna manera hemos vivido o vivimos una presión social, por tener un tipo de cuerpo determinado. Uno, que la sociedad apruebe. Y si la sociedad y el otro lo aprueba, yo también lo apruebo.

Pero ¿y si no? ¿y si no cumplo ese standard? El giro verdadero está en que lo aprobemos nosotras. Sin ese ingrediente principal, da igual lo que hagamos, pues se va a generar un vacío interno. Y de vacío interno abismal sé pues he transitado una anorexia durante 17 años de mi vida. Llegué hasta allí sin saber muy bien porqué y por mucho de ese vacío que necesitaba cubrir con control para no pensar.

Emocionalmente la separación de mis padres a los 13 años me supuso un gran shock y cuando llegó la adolescencia y con ella, la presión como mujer por si mi cuerpo gustaba o no, hizo que cayera en esta enfermedad. Hablaré de forma más profunda sobre este tema, no sé todavía en que formato, pero si sé que lo haré pronto con el fin de ayudar a otras mujeres a sanar, como finalmente conseguí.

Hoy sólo te quería poner en contexto antes de contarte la historia que sigue. Es Viernes 15 de Septiembre y son las 6.45 am. Hace unos días disfrutando de unas vacaciones en Francia, vivi una situación muy incomoda con mi cuerpo, y con “el otro”, en este caso, un desconocido.

Yo y mi pareja, entramos en un restaurante que salía recomendado. Yo llevo un vestido ajustado de color buganvilla. Nos da la bienvenida el propietario. Un hombre de unos 55/60 años de cuerpo opulento. Quiere hacerse el simpático. No entenderé nunca este tipo de falsa acogida. Pues se nota cuando es falso. Nos cuenta que sólo dispone de un menú de 39 euros y que si nos parece bien genial y que sino que tengamos buen día. Acto seguido, me mira y me dice algo tipo “dado que ella tiene que comer por 2 pues seguro que irá bien” . Presupone, que estoy embarazada. Sí. Y sigue con algún otro comentario al respecto.

Siento una patada en mi interior, en la tripa. Y durante segundos me quedo paralizada. ¿Qué me ha dicho? Saltan mis alarmas del pasado, por más que esté sanada y que forme parte del pasado, la herida está y este señor en 2 minutos y sin conocerme de nada la activa.

Siento rabia e invasión. Me siento totalmente invadida en mi intimidad, en mi cuerpo. ¿Quién es este hombre para opinar sobre mi cuerpo, en la recepción de su restaurante? Yo he ido a comer y pasar un buen rato. ¿y él ha querido hacerse el gracioso? A mí, no me ha hecho ninguna gracia, ninguna.

Quizás piensas que mi reacción es exagerada, no lo sé, pero yo siento que no debo aceptar, como mujer, un comentario gratuito sobre mi cuerpo. ¿he entrado yo en su restaurante y le he dicho algo respecto a su físico? No lo haría jamás ni aún conociéndole. Para mí es un tema muy personal y merece mucho respeto y tacto. Sea mujer, hombre, como ser humano, me merece todo el respeto del mundo!

No es así para todos , esta claro.

Sentados en la mesa, y yo muda, mi pareja que percibe perfectamente lo que ha pasado, me dice ¿Quieres que nos vayamos? Sí, respondo. Necesito salir de allí, darme un tiempo, respirar profundo, atender esa herida que se ha abierto..

Estamos cerca del mar, y vamos allí, me expreso ante mi pareja, expreso mi rabia, dolor, mi estupefacción ante este tipo de comentarios. Me escucha, lloro, sigo expresando más profundo, mis recuerdos, mis ganas de que me dejen en paz, mi libertad. Soy libre con mi cuerpo, formas y mi gozo con la comida y eso para mí es inquebrantable, es hoy un pilar, y si me lo tocan saltaré como una leona. Pienso si volver y decirle cómo me he sentido. Porque pienso en otra mujer, que se puede sentir como yo, y pienso en que si se lo digo, quizás pone más consciencia y se lo piensa la próxima vez. No hablo francés suficientemente bien para hacerlo, pero no es una excusa, me conozco y sé que me va a entender hasta con signos si me pongo.

Sigo enfadada.

Sigo expresando con mi pareja, me desahogo, nos abrazamos. Me dice algo como “esto no va de ti, va de él” . Tiene razón. Y lo sé. No hay nada malo en mí, ni en mi tripa más voluminosa por el climaterio, porque tengo 49 años y es lo natural. Esta es hoy mi tripa y es el ciclo que me toca ahora como mujer, y está bien, y querer cambiar eso, seria ir en contra de la ley de la naturaleza, de mi libertad, de mi gozo, de mi soberanía con mi cuerpo. Sería,en definitiva, ir en contra de mí.

Hoy soy muy feliz, con mi cuerpo, porque no lucho contra él, no hago nada, dejo que sea, me cuido, claro que sí pero también me permito “TODO” lo que siento debo permitirme, lo que es vida y siento como vivo en mí. Hoy, mi cuerpo es PURA VIDA, alimento, tejido restaurado, tejido sano.

Y qué libertad siento, y qué gozo con mi sexualidad, y qué sabiduría e intuición habito hoy.

No, no va del otro, no podemos controlar lo que el otro dirá, su falta de tacto, o falta de empatía con un cuerpo con sus sentimientos e historias, Podemos respirar profundo, y volvernos a decir, que estamos bien, que no hay nada malo en nosotras, en nuestros cuerpos. Que ser libres hoy, es un regalo todos los días y agradecer, agradecer el cuerpo que tenemos, cuidarlo y habitarlo como el templo que es.

Sólo ante nosotras debemos responder. Y yo hoy le digo a mi cuerpo, que es inmensamente bello, imperfectamente perfecto.

Y sigo mi camino, más fuerte, más sabia. Sin cambiar nada con mi cuerpo, nada. Me mantengo ahí, presente y consciente del tesoro de mi libertad. No pudo tocar ese gran pilar que sólo depende de mí.

Sigue ahí, libre, en tu belleza, disfrutándote.

Gracias por leerme. Espero que te ayude mi compartir. Con amor, Sandra

Pd: No vuelvo al restaurante, siento que ya no lo necesito. Responder ante mí esta vez ha sido suficiente. Lo que sí he sentido hacer , es este escrito.