Tu cuerpo y la opinión de los demás.

Dice Rebecca Campbell, autora de Mujeres de Luz, que aquello que más necesita ser expresado en nuestro interior es aquello que más necesita escuchar otra mujer.

Esta es una historia real y su protagonista soy yo, Sandra. Simplemente Sandra.

Antes que nada, quiero ponerte en contexto, pues es importante para la historia que sigue. Durante 17 años de mi vida tuve anorexia, un complejo transtorno alimentario. Llegué a ella sin saber muy bien porqué. Hoy sé que necesitaba cubrir con control la separación de mis padres, que, en en mi adolescencia, tuvo un impacto enorme en mí.

Como recién adolescente descubría la presión por si mi cuerpo gustaba o no, y eso ayudó a que me agarrara a ello como pilar. Si ocupaba mi mente con ello, no pensaría en lo que sentía. Escapar era más fácil. Hoy estoy sanada pero la herida yace debajo de mi piel.

Es Viernes 15 de Septiembre y son las 6.45 am. Hace unos días disfrutando de unas vacaciones en Francia, vivi una situación muy incomoda con mi cuerpo, y con “el otro”, en este caso, un desconocido.

Yo y mi pareja, entramos en un restaurante que salía recomendado. Yo llevo un vestido ajustado de color buganvilla. Nos da la bienvenida el propietario. Un hombre de unos 55/60 años de cuerpo opulento. Quiere hacerse el simpático. No entenderé nunca este tipo de falsa acogida. Pues se nota cuando es falso. Nos cuenta que sólo dispone de un menú de 39 euros y que si nos parece bien genial y que, si no, tengamos buen día. Acto seguido, me mira y me dice algo tipo “dado que ella tiene que comer por 2 pues seguro que irá bien”. Presupone que estoy embarazada. Sí. Y sigue con algún otro comentario al respecto.

Siento una patada en mi interior, en la tripa. Y durante segundos me quedo paralizada. ¿Qué me ha dicho? Saltan mis alarmas del pasado. Por más que esté sanada y que forme parte del pasado, la herida está y este señor en 2 minutos, y sin conocerme de nada, la activa.

Siento rabia e invasión. Me siento totalmente invadida en mi intimidad, en mi cuerpo. ¿Quién es este hombre para opinar sobre mi cuerpo, en la recepción de su restaurante? Yo he ido a comer y pasar un buen rato ¿y él ha querido hacerse el gracioso? A mí, no me ha hecho ninguna gracia, ninguna.

Quizás piensas que mi reacción es exagerada, no lo sé, pero yo siento que no debo aceptar, como mujer, un comentario gratuito sobre mi cuerpo. ¿He entrado yo en su restaurante y le he dicho algo respecto a su físico? No lo haría jamás ni aún conociéndole. Para mí es un tema muy personal y merece mucho respeto y tacto. Sea mujer, hombre, como ser humano, me merece todo el respeto del mundo!

No es así para todos…

Sentados en la mesa, y yo muda, mi pareja, que percibe perfectamente lo que ha pasado, me dice ¿Quieres que nos vayamos? Sí, respondo. Necesito salir de allí, darme un tiempo, respirar profundo, atender eso que se ha abierto… siento cierta ansiedad y tanta incomodidad. Es mi cuerpo!

→ Estamos cerca del mar, y  siento ir. Me expreso ante mi pareja, expreso mi rabia, dolor, mi estupefacción ante este tipo de comentarios. Me escucha, lloro, sigo expresando más profundo, mis recuerdos, mis ganas de que me dejen en paz, mi libertad.

Soy libre con mi cuerpo, formas y mi gozo con la comida y eso para mí es inquebrantable, hoy es un pilar, y si me lo tocan saltaré como una leona. Pienso si volver y decirle cómo me he sentido. Porque pienso en otra mujer, que se puede sentir como yo, como tú, y pienso en que si se lo digo, quizás pone más consciencia y se lo piensa, la próxima vez. No hablo francés suficientemente bien para hacerlo, pero no es una excusa, me conozco y sé que me va a entender hasta con signos, si me pongo.

Sigo enfadada.

Sigo desahogándome, nos abrazamos. Me dice “esto no va de ti, va de él” . Tiene razón y lo sé. No hay nada malo en mí, ni en mi vientre con mayor volumen por el climaterio. Esta es hoy mi forma y es el ciclo que me toca ahora como mujer, y está bien, y querer cambiar eso, seria ir en contra de la ley de la naturaleza, de mi gozo, de mi soberanía con mi cuerpo. Sería, en definitiva, ir en contra de mí.

Hoy soy feliz con mi cuerpo, porque no lucho contra él, dejo que sea, me cuido, claro que sí, pero también me permito lo que siento que debo permitirme, lo que es vida y siento como vivo en mí. Hoy, mi cuerpo es PURA VIDA, alimento, tejido restaurado, tejido sano.

Y qué libertad siento, y qué gozo con mi sexualidad, y qué sabiduría e intuición habito hoy.

No podemos controlar lo que el otro dirá, su falta de tacto, o falta de empatía con un cuerpo con sus sentimientos e historias. Podemos respirar profundo, y volvernos a decir, que estamos bien, que no hay nada malo en nosotras, que ser una mujer libre, es una decisión y un regalo todos los días y agradecer el cuerpo que tenemos. 

Sólo ante NOSOTRAS debemos responder. Y seguir nuestro camino más fuertes, más sabias, habitándonos desde el amor y libertad.

Y ese es quizás el mensaje más importante que quiero dejar: Sigue ahí, libre, en tu belleza, en tus tesoros, disfrutándote. 

Espero que te ayude mi compartir. Con amor, Sandra

Pd: No vuelvo al restaurante, siento que ya no lo necesito. Pero sé mi respuesta si me vuelve a pasar: No, este es mi cuerpo. Ninguna otra explicación.