¿Cómo estáis, bellas?
Estos días estoy reflexionando mucho sobre este tema, a la vez que trabajando una propuesta para vosotras que os compartiré muy pronto.
Surgió de vosotras, de escucharos en el showroom, así como a tantas mujeres que se muestran en mi camino de las que me inspiro y aprendo.
La historia que os traigo hoy me impactó e hizo reflexionar y creo que compartirla puede ayudar. Gemma, es una mujer de unos 50 años, trabaja en una sucursal de mi banco donde acudí para realizar un trámite. Charlando, me preguntó en qué trabajaba y le conté y mostré el perfil de FDZ. Y lo primero que le salió fue “uy ¡qué bonito! pero hace años que yo a mi marido ya le he dicho que a mí no me mire, yo ya no estoy para arreglarme”. Me impactó tanto que le contesté con una pregunta, “ya, a tu marido… pero ¿y a ti, a ti qué te parece? porque también estás renunciando a partes hermosas de ti… Me miró alucinada, “¿Qué quieres decir?”.
Pues que renunciar a cuidarte o a sentirte bella es una gran renuncia a cualquier edad, no se trata sólo de cómo te ve el otro, se trata de cómo te sientes tú. Y ello está relacionado con todo lo que implica ser mujer, con nuestro femenino sagrado. Vestir es una parte muy pequeña de lo que engloba. Está también nuestra sabiduría interior, la intuición, la libertad, la creatividad, la sexualidad… Y no recuerdo qué más le dije, sí recuerdo cómo me escuchaba. Acostumbrada a teclear mientras escuchaba, dejo de teclear para escucharme. Me dijo “tienes que hablar sobre esto, hacer conferencias y hablarnos sobre esto”…. Sonreí, y al acabar el trámite me volví a casa.
Gemma me dejó pensando en su respuesta automática, en realidad era una defensa “no me juzgues porque no visto bonita, y ya tengo el ok de mi marido”. En el fondo me estaba diciendo algo así, y en primer lugar ni se me pasó por la cabeza juzgarla, ni mucho menos le hubiera dicho algo… Pero detrás de su frase, hay una defensa a no estar bien consigo misma. Incluso una culpa. Y eso me parece muy importante.
Entiendo a Gemma, seguramente está cansada de la presión que sentimos las mujeres por la belleza desde nuestra adolescencia y a los 50 (o antes) ha dicho “que le den”… Todas las mujeres, todas casi sin excepción, hemos sentido presión por nuestra imagen externa, por nuestro cuerpo, por nuestra forma de vestir.
Y todas hemos recibido comentarios (muchos sin pedirlos) sobre ello. Esos comentarios, influyeron sin duda, en nuestra autoestima e imagen corporal y en nuestra forma de mostrarnos al mundo. Y lo normal sería que hoy encontráramos rastros de ello. Mi experiencia propia así como atender a más de 1000 mujeres en el showroom, me confirman esa percepción.
No hay mujer que no quiera cubrirse algo, o que no le cueste llevar algo, o que no sienta vulnerabilidad en lo distinto si ello está fuera de su zona de comfort. Y es que detrás de cómo vestimos hay una auténtica historia vital, de cada una de nosotras. Una historia propia de sentirnos bonitas unas veces y otras juzgadas. A veces, de forma implacable por nosotras mismas. ¿Te resuena?