Kimono Menorca. Una historia. Un hogar
Menorca es el nombre que decidí para este Kimono ( corto, versátil, femenino, ligero). No escogí el nombre al azar. Menorca es mi isla de algún modo, ha sido hogar en muchos años de mi vida y ocupa un lugar en mí.
De muy pequeña, recuerdo haberla visto casi virgen, íbamos a las playas con un ford fiesta verde que no pasaba desapercibido, con música que les gustaba a mis padres, y al final también a mí, y a mi hermano, Marc.
Pasábamos por caminos sin nadie, todo era prueba error, incierto, seguíamos un camino pero no sabíamos muy bien dónde nos llevaba. En parte esa aventura era mágica. Teníamos que bajar del coche para abrir las famosas puertas de madera que están a la entrada de las fincas. Eran caminos privados y entrábamos con aquella sensación de, podemos? Saldrá alguien con una escopeta?
Mi padre, nos hacia un juego : cada vez bajaba uno diferente para abrir la puerta y cuando ya llegabas al coche, el pisaba el acelerador y hacía como que te dejaba allí. Lo hacía bien y nos hacía reír mucho. Reí mucho. Lo recuerdo tan fuerte en mí.
Pasaban los años e igual que nosotros cambiábamos , la isla, también. Pero de alguna manera, su esencia, permanecía. Parecerá una tontería pero mis pies, sólo al pisar el suelo de su pista de aterrizaje, se llenaban de ligereza y una respiración amplia me invadía. Alegría. Estaba en mi Isla.
Hoy al recordarla, escribiendo, siento es imposible de describir los lugares que te tocan , allí donde fuiste feliz.
” Wherever you go becomes a part of you somehow “
Me recuerdo desayunando de pequeña con mi hermano fuerte para ir a la playa y no volver hasta las 6, y entonces comer spaguettis con tomate, como el mayor regalo, tras nuestra hazaña en ese mar verde, turquesa y de colores, y nuestro salto desde los acantilados.
Mi padre, nos enseñó a tiranos sin miedo, y hoy, creo, que en realidad, nos enseñaba a confiar en la vida, a ser fuertes, valientes así como a sentir la naturaleza con toda su fuerza, salvaje!. De adulta, Menorca, con mi padre y su nueva familia, la isla se convirtió en hogar, en una mesa larga, en conversaciones infinitas de sobremesa, el olor a comida, las ganas de comer, el agujero en el estómago, las ganas de vida. Recuerdo los bocatas de tortilla a la francesa y comerlos en Cala Pregonda a la orilla del mar.
Y Pregonda, estallando en mil colores dorados. Había momentos , que al vernos, me emocionaba.
Ese hogar, tras su muerte, jamás volvió a ser el mismo para mí. Me recordaba demasiado a él. Me hacía reir tanto…. A todos. Que alegría y amor nos enseñó.
Hoy, le agradezco con todo mi amor, todo lo que aprendí de él ; disfrutar de la vida, así como a ir a por ella, lanzarme y sentir mi libertad cuando lo necesitara.
Hoy le contaría, que no sé como he acabado haciendo Kimonos, pero que me siento así, dando ese salto al mar infinito y sintiéndome más libre que nunca. Y que llamé Menorca a este modelo, porque al llegar de la playa, mientras él cocinaba, yo, tras una ducha y todavía sintiendo la sal en mi cuerpo, llegaba mi momento preferido; comer juntos, rico y sin fin.
Y yo, pues quería estar bonita, no sé porqué, creo , que porque celebraba la vida.
Si tienes un Menorca. Ésta, es su historia.
“A tu papa, gràcies infinites. Mama, Marc, Anna i tots amb qui la vaig compartir “.